En los países occidentales, la incidencia de fibrilación auricular (FA) y obesidad ha aumentado paralelamente. Y esta relación va más allá de la simple asociación.
En conjunto, la evidencia respalda claramente la afirmación de que la obesidad puede causar FA a través de diversos mecanismos biológicos.
Las implicaciones terapéuticas son obvias: si la obesidad causa fibrilación auricular (FA), la pérdida de peso debería reducirla.
Sin embargo, esto ha sido difícil de demostrar. Un pequeño ensayo clínico aleatorizado (ECA) realizado hace más de 15 años sugirió que un programa de manejo de factores de riesgo (incluida la pérdida de peso) reducía los episodios de FA en comparación con la atención habitual.
Sin embargo, otros ensayos no han confirmado estos hallazgos.
La mayoría de los datos sobre pérdida de peso y FA provienen de estudios observacionales.
El grupo de Adelaida en Australia ha publicado numerosos estudios que demuestran que los pacientes obesos que logran pérdida de peso o mejor condición física, o ambos, presentan menos FA.
Las limitaciones son obvias:
a) es difícil replicar el enfoque de Adelaida y
b) los pacientes que logran ese grado de pérdida de peso probablemente sean especiales en otros aspectos.
Quizás el principal impedimento para demostrar que la pérdida de peso es una estrategia adecuada para la FA se debe a la naturaleza humana.
Para el médico que atiende a un paciente con FA y obesidad, la FA es mucho más fácil y lucrativa de abordar que la obesidad.
Se puede extirpar la FA, cobrar una buena cantidad, cantar victoria y enviar al paciente de vuelta al médico remitente aún con diabetes, hipertensión y una calidad de vida deteriorada.
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