Este texto es la introducción al capítulo sobre Obesidad, extraído del libro sobre Factores de Riesgo Cardiovascular. Autores: Karin Kopitowski, Mercedes Mutchinick, Esteban Rubinstein. Colección PROFAM texto y contexto. Editorial del Hospital Italiano.
Introducción
¿Nos gusta la palabra obesidad para describir una característica de un cuerpo? ¿Nos sentimos cómodos con este término para mirar a una persona y hablar de ella? ¿Cómo resuenan, en el pensamiento médico, las palabras gordura, obesidad, enfermedad y sus correlatos en relación con una persona que el lenguaje define como gordo, gorda, obeso, obesa, enfermo, enferma?
Ya le hemos dedicado muchas hojas de este libro a “sacar” a la enfermedad del mundo de los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) y hemos dejado en claro nuestra postura de que nosotros no miramos como enferma a una persona con hipertensión arterial, o diabetes tipo 2, o dislipemia, o sedentaria, o que fuma y, por lo tanto, tampoco miramos como enfermas a las personas con sobrepeso u obesidad sino que decimos que tienen un FRCV. ¿Nos quedamos tranquilos con esto? ¿Creemos realmente que al decir que la obesidad es un FRCV (y no una enfermedad) dejamos de “calificar” a una persona según la forma y el peso de su cuerpo?
Lo que queremos decir, básicamente, es que la obesidad, si bien para los médicos es una palabra técnica, para muchas personas tiene una implicancia de un largo sufrimiento en relación con su cuerpo.
Obviamente, el cáncer, la psoriasis, el asma también son términos que implican posibles sufrimientos en relación con el cuerpo, pero aquí estamos hablando de obesidad y, por lo tanto, tenemos que comenzar este capítulo diciendo que, pese a que los medios hablan de la “epidemia de obesidad” y la “lucha contra la obesidad” y todo el arco médico y científico (al que nosotros pertenecemos) asume que esta es una “entidad a combatir y derrotar” (del mismo modo que el cáncer o la psoriasis o el asma), detrás del término “obesidad” hay una persona cuyo cuerpo es gordo u obeso y que no necesariamente quiere escuchar ese discurso medicalizante sobre su cuerpo. ¿Qué significa esto? ¿Significa que esa persona es una “negadora”? ¿Qué no quiere escuchar lo que la ciencia “sabe”? No creemos que esto sea así y consideramos que se trata de un tema muy complejo.
Proponemos, desde el inicio de este capítulo, y en consonancia con lo que venimos planteando en este libro, evitar sostener una mirada medicalizante sobre el cuerpo. Y pese a que no es fácil, nos gustaría que los médicos generalistas (y todos los profesionales de la salud, ¿por qué no?) reflexionemos sobre este tema y seamos lo más cautos posible cuando nos referimos a los cuerpos de los demás.
Ahora bien. ¿Qué hacemos, entonces? La verdad es que no sabemos muy bien qué hacer. Por de pronto, este capítulo (y este libro) no tiene como principal objetivo desplegar una reflexión filosófica sobre el cuerpo, la medicina hegemónica y la enfermedad sino brindarle al médico herramientas técnicas y no técnicas para abordar los FRCV de sus pacientes. En este sentido, como el objetivo es hacerlo desde la perspectiva de la TDC (toma de decisiones compartidas), es imperioso que antes de “dar el diagnóstico de obesidad” (y, obviamente, de cualquier FRCV) y de ofrecer un eventual tratamiento o medidas para disminuir el riesgo, tengamos en cuenta qué persona tenemos enfrente. Esto no es fácil ya que el paciente con sobrepeso u obesidad que nos visita suele adaptarse al pensamiento médico hegemónico y lo más común es que nos diga “estoy muy gordo” aunque no siempre esto represente un problema para él. La pregunta es: ¿tenemos nosotros que enunciarles a todos nuestros pacientes con sobrepeso u obesidad que estas entidades generalmente representan un FRCV? No tenemos una respuesta categórica a esa pregunta.
Habiendo enunciado una de las principales dificultades que encontramos actualmente cuando atendemos una persona con obesidad pasaremos ahora a una descripción más clásica de lo que la literatura médica dice acerca de esta entidad. Por de pronto, si bien aceptamos la confrontación que se le hace al sistema médico de calificar a los cuerpos y constituirse en la vara que dice lo que está bien y lo que está mal, vamos a referirnos de ahora en más a la obesidad como un “problema de salud”, asumiendo que todavía muchas personas con sobrepeso recurren al sistema de salud para pedir ayuda, que gran parte de la sociedad considera que los organismos de salud “tenemos que intervenir” y que, como veremos, generalmente existe un “problema de salud” al tener obesidad y/o sobrepeso.
Por otra parte, el término “problema de salud” nos recuerda que no estamos hablando solamente de un FRCV sino de una entidad que tiene otras implicancias sobre la salud (lo mismo nos ocurre con el tabaquismo, el sedentarismo y la diabetes) aunque, como veremos, las viñetas clínicas y toda las referencias relacionadas con el sobrepeso y la obesidad van estar centradas en la disminución del RCG (riesgo cardiovascular global). Igualmente, dejamos abierta la pregunta “¿qué es un problema de salud?” ya que su respuesta es compleja y tiene importantes aristas de discusión política e ideológica.
En el caso de la obesidad y el sobrepeso, el tema del “daño y el riesgo” parecería relacionarse no solamente con el mayor RCG sino también con otros problemas. Entre ellos mencionamos la mayor incidencia de dolores articulares, la dificultad para moverse y respirar, el mayor riesgo de desarrollar complicaciones respiratorias ante infecciones agudas como la COVID-19 y la discriminación por parte de la sociedad. Todos ellos son claramente “problemas de salud”. Por otra parte, la cosa se complejiza aún más porque también podríamos pensar a la obesidad y al sobrepeso como entidades meramente estéticas y, en ese caso, la discusión si estas son o no “problemas de salud” deja planteadas nuevas preguntas.
Sabemos que las disquisiciones que hemos realizado acerca de estas entidades podrían no gustarles a algunos lectores, pero queremos defenderlas porque creemos que abren una perspectiva de mayor libertad para los cuerpos. De este modo, la medicina puede ofrecer diferentes tratamientos para la obesidad (así como lo hace con la alopecia androgenética ofreciendo finasteride, minoxidil y trasplante capilar) y el paciente los elige según sus valores y creencias, evitando centrar la mirada solamente en la idea de “daño y riesgo” (y de bien y mal), tan afín al pensamiento médico.