La práctica, el entrenamiento es lo que ayuda a que, en algún momento, eso que nos propusimos, fluya con naturalidad. A veces tanta naturalidad que casi nos olvidamos de las horas que nos llevó lograrlo…
Hace un par de viernes, en el Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria (SMFyC) nos animamos a la pausa sagrada. Parece sencillo decirlo pero sabemos que en las pausas muchas veces emerge lo oculto, lo que a expensas de tanto pensamiento y actividad, logramos “barrer” o esconder bajo la consciencia…
Aun así, simplemente, nos largamos. Nos animamos a pausar, a relajar el cuerpo para habitarlo con conciencia.
Nos animamos a meditar en movimiento, imaginando una burbuja como espacio propio personal y seguro, desde donde pudimos conectarnos con otros que danzaban en burbujas semejantes que al ser permeables permitían el intercambio. Nos animamos a volver a nosotros, a estar en presencia y desde ese lugar, a poder estar para otros sin perdernos. Pudimos soltar los pesos y las cargas para transformarlos en riqueza personal y comunitaria.
Cada uno pudo observar de manera consciente y en un lugar seguro, cómo da y cómo recibe. Cada uno encontró en su cuerpo una llave para poder explorar su propio cuerpo-su propia casa.
Entre todos pudimos sentir que la música tiene un ritmo, sin embargo cada uno puede llevar el propio, diferente, respetando su momento, porque lo que practicamos es para llevar a la vida.
Nos animamos a pausar en quietud y danzando, a meditar moviéndonos, a celebrar en círculo, a suavizar la mirada, porque la vida es hoy y en red es más fácil.
Llevamos la actividad al XVIII Congreso Nacional de Medicina Familiar y Genral FAMFyG 2019 llamada “Calibrando-nos. Sabiéndonos instrumento de cuidado” a cargo de Adriana Goldman y Judith Estremero.