La obesidad infantil ha incrementado su prevalencia en los últimos 30 años en todo el mundo. En la actualidad, entre las epidemias de enfermedades no transmisibles en todo el mundo, co-existen la desnutrición, fundamentalmente en los países más pobres, y la obesidad que, si bien no reconoce diferencias de riqueza, también tiene acento en los menos desarrollados. Se cree que el aumento de la obesidad acarrea el incremento de las morbilidades cardiovasculares (como hipertensión y diabetes). También muchos trabajos demuestran que la presencia de obesidad infantil aumenta el riesgo de la obesidad en la vida adulta.
Quienes estudian la etiología de la obesidad coinciden que las variables son múltiples: disminución del movimiento y de la práctica de ejercicios o deportes, gran cantidad de horas diarias en actividades sedentarias como los videojuegos u otros dispositivos digitales, consumo de comidas de alto valor calórico y/o de bebidas azucaradas, enfermedades endócrinas o hipotalámicas, consumo de ciertos medicamentos (corticoides, antidepresivos, antipsicóticos, etc), algunos perfiles genéticos, la reciente aparición variables menores (por ser más nuevas) como virus, toxinas o cambios de la flora intestinal, patrones de conductas familiares, etc. En el otro extremo, es contundente la evidencia de que la lactancia materna sostenida hasta los 6 meses de forma exclusiva es un factor protector de la obesidad.
La introducción de alimentos en niños y el momento más propicio para realizarlo es toda una discusión. Arrastra controversias sobre el aumento o la disminución del riesgo de desarrollar alergias alimentarias y también sobre el riesgo de desarrollar obesidad infantil.
El siguiente trabajo intenta estudiar la relación entre los diferentes momentos de introducción de alimentos semisólidos con la adiposidad en la infancia. Se resume lo más importante.
Objetivo: examinar las asociaciones del momento de la introducción de la alimentación complementaria (AC) con la adiposidad durante la infancia.
Métodos: estudiaron a 1013 niños del Proyect Viva. La intervención consistió en la introducción de alimentos tipo papillas y se formaron las siguientes categorías: niños menores de 4 meses de edad (19%), niños de entre 4 a 6 meses (68%; grupo de referencia) y niños mayores o iguales a 6 meses (14%). Los resultados incluyeron medidas de adiposidad en la mediana edad (media: 7.9 años; DE 0.8; n = 896) y la adolescencia temprana (media: 13.2 años; DE 0.9; n = 850). Se usaron modelos de regresión lineal ajustados para los posibles factores de confusión y se usaron modelos separados para bebés que fueron amamantados al menos en parte 4 meses o más (69%; categorizados como “amamantados”) y bebés que nunca fueron amamantados o dejaron de amamantar antes de los 4 meses (31%; categorizados como “alimentados con fórmula”).
Resultados: la AC iniciada antes de los 4 meses se asoció con una mayor adiposidad en la mitad de la infancia en los niños amamantados. Esta asociación persistió en la adolescencia para la circunferencia de la cintura, la masa grasa del tronco y la suma de los pliegues cutáneos subescapular y tríceps. Las estimaciones del efecto fueron mayores en los niños alimentados con fórmula y también persistieron hasta la adolescencia. La AC iniciada a los 6 meses o más se asoció con una mayor proporción de pliegues cutáneos subescapular/tríceps en la mediana edad y la adolescencia en niños alimentados con fórmula.
Conclusiones: se encontraron asociaciones entre la introducción temprana de AC con mayores mediciones de adiposidad en todos los niños (amamantados y alimentados con fórmula) y entre la introducción tardía de AC con mayor adiposidad solo en aquellos alimentados con fórmula.
Bibliografía:
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