El ataque de pánico es una forma de expresión de la ansiedad*, que puede estar relacionada a situaciones de gran estrés o estar favorecida por factores genéticos, biológicos y/o contextuales.

Se manifiestan como episodios repentinos, sin previo aviso,  en general de pocos minutos de duración caracterizados por la presencia de miedo a perder el control de la situación o a estar ante una fatalidad inminente o a morirse. Si bien hay personas que pueden tener uno o dos ataques de pánico en su vida, la mayoría suele tener varios episodios.

El miedo se asocia a síntomas que pueden remedar un ataque cardíaco, por lo que suelen aumentar la sensación de pánico y frecuentemente propiciar consultas a la guardia o múltiples consultas médicas. Es importante señalar que el ataque de pánico no conlleva ningún riesgo de vida, sin embargo ante un primer episodio es conveniente realizar una consulta médica para confirmar el diagnóstico y descartar otros problemas de salud.


Manifestaciones posibles:  

  • Taquicardia y palpitaciones
  • Dolor en el pecho
  • Falta de aire u opresión en la garganta
  • Temblores
  • Sudoración
  • Escalofríos
  • Sofocos
  • Náuseas
  • Mareos, sensación de desvanecimiento o desmayos
  • Sensación de hormigueo o tumefacción
  • Sentimientos de irrealidad o desconexión

La recurrencia es una característica que puede ayudar a identificar el cuadro pero a la vez puede favorecer el temor a que se repitan. Este miedo puede provocar un estado de ansiedad entre un ataque y el siguiente, y manifestarse con conductas para evitar  situaciones que puedan predisponer el episodio, por ejemplo eludir los lugares concurridos, la conducción de automóviles en autopistas, algunas reuniones sociales, etc. Estos episodios y el temor a su recurrencia pueden alterar significativamente la calidad de vida.

Si bien no hay una forma de prevenir los ataques de pánico, en general la actividad física (caminar, correr, bicicleta, natación, yoga, danza) puede ayudar a disminuir la ansiedad. La reducción del consumo de café y bebidas alcohólicas también podrían colaborar en el alivio. Recursos como la meditación y mindfullness, la escritura, la plástica, entre otras actividades recreativas/terapéuticas, son frecuentemente sugeridas.

Respecto del tratamiento, algunas personas lograrán el alivio mediante la charla con su médico de cabecera logrando comprender de qué se tratan estos síntomas.

La psicoterapia, es una de las herramientas más utilizadas y preferida por algunos pacientes. Algunos estudios han mostrado la efectividad particularmente de la terapia cognitivo conductual en esta problemática. Este enfoque puede ser único o complementario de la medicación, según lo que el médico recomiende para cada persona en particular.

También se cuenta con fármacos muy efectivos para el tratamiento de la ansiedad y los ataques de pánico. Se utilizan generalmente antidepresivos, no con la finalidad de tratar la depresión sino con el objetivo de tratar la ansiedad. Se prefieren estos fármacos porque tienen pocos efectos adversos y no generan acostumbramiento o adicción. Otros fármacos que también suelen utilizarse son los ansiolíticos, pero se recomiendan en general por cortos plazos de tiempo para evitar el acostumbramiento. Algunas personas son reacias al uso de psicofármacos por diversas razones, se sugiere conversar con el médico las dudas o temores que tal vez se puedan resolver con mayor información.

Como ya mencionamos los tratamientos son muy efectivos y seguros, por lo que existe un gran beneficio al hacer la consulta médica, evitando la automedicación o el consumo de sustancias que pueden generar complicaciones en el mediano plazo.

 

*La ansiedad es una sensación de miedo, desasosiego, inquietud o angustia que se presenta normalmente ante situaciones de amenaza, peligro o incertidumbre. Cuando esta reacción se presenta sin un motivo evidente, se perpetua en el tiempo, y/o altera la calidad de vida de las personas puede representar un “trastorno de ansiedad”.

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